miércoles, 25 de septiembre de 2013

Otra vuelta de tuerca sobre el jardín de los cerezos

Patagonia en flor 
Escribe: Alvarez Castillo

Cuatro obras teatrales le dieron a Anton Chejov (1860-1904) su lugar en la historia del teatro. “El jardín de los cerezos” –a la que tal vez debiéramos llamar “El jardín de los guindos”, porque debido al frío no existe en Rusia lo que con propiedad denominamos cerezo– es la última de esa breve lista. Arte en Baires presenció “Patagonia en flor”, adaptación de Rubén Pires a esta obra y entendemos que, antes de hablar de la misma, es útil brindar algunas apreciaciones sobre tal creación del dramaturgo ruso. La siguiente cita y síntesis es un buen comienzo:

Se trata de una comedia escrita en cuatro actos, ambientada en el declive económico de la aristocracia rusa a finales del siglo XIX. Durante este periodo, los hijos de los que habían sido sus esclavos se enriquecían y tenía lugar una inversión de papeles que ponía en entredicho el modus vivendi de las clases adineradas tradicionales.”

Sabemos que Constantin Stanislavski (1863-1938), en la dirección de la compañía “Teatro de Arte de Moscú”, ideo un método nacido en buena parte para representar las obras de Chejov. En él era básica la atención a esa naturalidad que solicitaban los personajes chejovianos. Un crítico ha dicho –y esto también vale para su teatro–: que “Sus cuentos parecen esparcirse sobre la página sin arte, sin ninguna intención estética detrás de ellos. Y así uno ve la vida a través de sus frases.” Por eso, cuando asistimos a adaptaciones surgidas del mundo Chejov, esa esencia es parte de nuestras expectativas.


Y ahí estamos, ante la audacia de Rubén Pires que inspirado en una obra consagrada ha metido mano y creado su propia obra o versión. La traslación en espacio del conflicto no es tan sencilla como parece. La oligarquía argentina, nuestros terratenientes, consideramos que distan en origen y desarrollo a los integrantes de la aristocracia rusa. Y sus descendientes, salvo tarambanas, no “comen vidrio”. La idea original concebida para el imperio ruso de fines del siglo XIX, no es acomodable de buenas a primeras a nuestra historia. Y ahí es donde el relato pierde verosimilitud, la traslación temporo-espacial no convence. El prejuicio de clase que hemos visto en películas y leído en novelas, cuando los contrastamos con la realidad, hace agua. En la práctica, nuestra oligarquía no ha tenido, desde su surgimiento hasta el día de hoy, miramientos ni escrúpulos. A la hora de hacer negocios rentables, no titubea ante ningún jardín de cerezos. Pasa por encima de ellos. Por eso, no es creíble que un grupo familiar rechace en pleno la oferta, a fines del siglo XX, de un millón cuatrocientos mil dólares por parte de su estancia, a causa de una mezcla de sentimentalismo y nostalgia. Más si tenemos en cuenta que existe una hipoteca que arrastrará cualquier atisbo de riqueza o elegancia en el futuro.


 Según la gacetilla: “La obra transcurre a fines del año 1999 en la estancia de la familia Maldonado, en la Patagonia Argentina, fundada luego de la Campaña al desierto de Julio A. Roca. Los hermanos Lina y Leónidas Maldonado tienen que pagar una hipoteca para que no se remate su propiedad, dedicada décadas atrás a producir cerezas y sus derivados, y que hoy año 2000, tiene abandonada la producción.“ Acá aparece la figura del hijo de un antiguo empleado de la familia Maldonado que trae la propuesta salvadora. Al no seguirse su consejo –y en consonancia con el movimiento social planteado por Chejov hace un siglo– este hijo de pobres, gracias a sus ahorros, se hará de la estancia al ganar la subasta al momento del remate de la propiedad.
En tono con esto, añadimos que existen dos películas argentinas que desarrollan, de alguna manera, situaciones semejantes: “Paula cautiva” y “Las tres ratas”. Ambas coinciden con “Patagonia en flor”, en ser familias venidas a menos, con protagónicos femeninos.


Doce actores animan esta puesta, pocos menos que los que figuran en “El jardín de los cerezos”. En algunos pasajes de la representación, cuando la mayoría está en escena, se percibe cierto desarreglo general. Y da la impresión de que algunos personajes pueden no haber existido y la obra no perdería por esto consistencia, sino que justamente ganaría en solidez. El desenvolvimiento de los protagónicos es la nota sobresaliente.

Sinopsis de la obra:

Lina Maldonado vuelve de París después de cinco años a su estancia, El jardín de los cerezos, fundada luego de la campaña del desierto por sus ancestros, cerca de Esquel, en la Patagonia. La estancia será rematada a fin de año por deudas.

Un ex peón de la estancia, Alejandro Chodín, devenido en financista en la década del noventa, le propone lotear, talar y vender para pagar las deudas. Pero ella y su familia no resuelven la complicada situación amparándose en el préstamo de una tía millonaria.

Se realiza el remate y en medio de los festejos de fin de siglo se enteran, en plena fiesta, de que la estancia fue comprada por Alejandro Chodín.

Pasados tres meses, la familia deja la estancia olvidándose en ella al empleado más viejo de la casa, Pier, quien ya no tiene fuerzas para partir, quedándose tendido mientras escucha que comenzó la tala del viejo bosque de cerezos.

Los desencuentros amorosos y familiares sostienen esta comedía dramática.


Ficha técnica:

Victoria Carreras
Fabio Aste
Darío Levy 
Alejandro Hodara
Alejandro Dufau
Ariadna Asturzzi
Natalia Cuño
Flavia Vitale
Isidoro Tolchachir
Gonzalo Javier Alvarez
Claudia Finkel
Luis Margani

Dramaturgia y Dirección: Rubén Pires
Asistente de Dirección: Darío Restuccio
Diseño de iluminación: Rubén Pires
Banda sonora: Sergio Vainikoff

Escenografía y Vestuario: Paula Molina



Funciones: Todos los Domingos de agosto y septiembre a las 21 hs.
Duración: 75 minutos.
ESTRENO: 5 DE AGOSTO
TEATRO EL TINGLADO, Mario Bravo 948.
Entradas: $ 90 (pesos)



Prensa y Difusión
On Stage Development
Lucas Mentasti
1555778609 


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